La Belleza en el Blanco. Escena de Lectura

 Todos los domingos a la tarde solíamos ir a buscar la comida del almuerzo a distintos restaurantes, en general solíamos pedir comida mexicana y mis padres solían pedir mariscos. Por lo general, afuera del restaurante “Los Sapos de Pablo” se ponían unas señoras a vender películas piratas, recuerdo que tenían de todo y que en general las películas se veían bien. Mi papá siempre compraba alrededor de 5 películas, y un par de ellas eran para ver a la hora de la comida. Siempre estábamos ansiosos de ser la persona que escoja la película que veríamos, y justo llegó mi domingo de la suerte.

Era un domingo perfecto para ver películas porque estaba lloviendo mucho y hacía un poco de frío, raro para un país tropical como el mío, pero fue tanta mi suerte que justo mi padre consiguió una película animada. Claramente estaba con una sonrisa de oreja a oreja, me encantaban las películas animadas y me llamaba mucho la atención esa película en particular, ya que los diseños de personajes eran muy extraños pero simpáticos. 


Había llegado la hora de poner el film “Ponyo”, preparamos la mesa y nos sentamos para verla. Me tomó de sorpresa Ponyo estaba en otro idioma, eran personajes muy ruidosos pero simpáticos, cada escena en la que el personaje principal pasaba del mar a la tierra era totalmente fascinante de ver. Me llamaba la atención todo, cómo hablaban los personajes, cómo se movían y cómo estaba creado el mundo de la isla; no podía apartar la mirada del televisor, por lo que comí más lento que el resto de mi familia. Al pasar el tiempo, mi familia ya había terminado de almorzar así que cada uno se retiró a sus habitaciones, pero yo seguí viendo la película hasta terminarla. No tiene una larga duración, de hecho para mí se sintió como un film que aconteció en segundos. Después de terminar Ponyo, guardé la película y cada vez que tenía tiempo la volvía a ver, cada vez que me costaba dormirme me iba a escondidas a la sala para ver alguna escena, me generaba mucha tranquilidad verla cada tanto. Después de un tiempo, como era de esperarse, la película dejó de funcionar, me parece que el disco se había rayado, así que la busqué en internet y encontré al famoso estudio que había estado a cargo de la animación y producción. 


El Studio Ghibli es un reconocido estudio de animación japonesa, que no solo estuvo a cargo de Ponyo sino también de otros célebres films muy conocidos alrededor del mundo, algunos de estos son  El Viaje de Chihiro y Mi Vecino Totoro. Ponyo fue dirigida por Hayao Miyasaki uno de los directores más famosos dentro del estudio, siendo este conocido por el ya mencionado film El Viaje de Chihiro (que obtuvo el primer Oscar para la animación japonesa) y La Princesa Mononoke. 


Basada en los cuentos de hada de La Sirenita de Hans Christian, el film gira alrededor de un pequeño pero muy pequeño pez llamado Ponyo, que estaba bajo el cuidado del hechicero Fujimoto, quien en su vida pasada había sido un humano. Ponyo sentía mucha curiosidad del mundo humano pero Fujimoto siempre le había inculcado terror al mundo terrestre para que sus protegidos (peces) no sean capturados por los humanos (no fueran pescados). Era encantadora cada secuencia en la que Ponyo intentaba ir a ver el mundo de los humanos y cómo a través de sus ojos ese mundo era espectacular y mágico, mientras que a la vista de Fujimoto el mundo terrestre estaba lleno de basura y de pura fealdad, odiaba ver cómo los humanos plagaban al mar como virus. Al ver la belleza de ese mundo imposible Ponyo descubre al hombre y se hace su primer amigo del mundo terrestre, pero esto era algo inaudito desde el punto de vista de Fujimoto, por lo que encierra a Ponyo y le prohíbe la salida a la superficie.

Claramente eso no detuvo a la protagonista y es aquí cuando terminé fascinada por el film, Ponyo encuentra un hechizo para volverse humana y corre, literalmente corre, sobre el agua en busca de su amigo. 


Toda la escena va transformando de a poco a Ponyo, podemos observar cómo sus facciones más marinas (de pez) se van asemejando más a las de un humano. Aunque el poderoso hechicero estuviera en contra y tratara de regresarla, Ponyo logra correr sobre el mar con ayuda de sus amigos marítimos, directo a las manos de su amigo humano. La felicidad de Ponyo por estar con su amigo, y por todas las nuevas experiencias, me generaba un tipo de sentimiento indescriptible, sacaba una belleza en la simpleza de unos minutos. 

Los colores, las comidas, la amistad entre los protagonistas, me daban automáticamente la sensación de estar en el mar, tranquila al fluir con el oleaje, sin tener ninguna preocupación, solo existir en el momento. El sonido de una concha cerca de tu oreja, la belleza en la simpleza de la almeja, la sensación de espuma, el olor a humedad y la fragancia de las palmeras, el agitar de las olas y la sensación de arena en tus pies. Es algo que solo se puede sentir al experimentarlo y es un recuerdo muy difícil de evocar, pero Ponyo siempre me causó lo indescriptible: que no hay una explicación al sumergirse tanto en una simple historia de un pez y su amigo. 


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